martes, 11 de diciembre de 2012

SE NOS VINO LA VALANCHA


CUANDO VILLAVO CORRIO DESEPERADO[i]


Se nos vino la avalancha, fue lo que grito Isabel Katherine el 2 de diciembre del año pasado. Eran las once y media de la noche cuando su voz retumbo por la calle principal del barrio el Retiro a media cuadra del Inem. Se reventó la Chingaza gritaba corriendo en zigzag de casa en casa avisándole a los vecinos. Quien escribe estas palabra se encontraba departiendo  una cerveza con  Lina Vargas y Alben Melo  en la tienda del flaco, esperando las delegaciones inemitas de otras ciudades que arribarían a Villavicencio para los juegos de la confraternidad inemita.  Isabel katerin gritando desesperada llego a la tienda del flaco con la notica a todo pulmón del reventón de la Chingaza.  Lo dice  ¡la radio! ¿Le pregunte?.... No mi tía que vive en el 13 de mayo y llamo a decir que el agua le llegaba a las rodillas. Acto seguido y sin pensar en la cuenta de lo que nos habíamos tomado hasta el momento, todos los allí presentes salimos corriendo con rumbos diversos. Nosotros para el colegio pues allí estaban durmiendo las delegaciones de barranquilla y Cali.  En ese corto trayecto que duro unos segundos Mis oídos trataban de escuchar la sirena de bomberos a lo lejos.  ¿Flaco tiene prendido el radio?. ¡No que paso!  Préndalo que andan diciendo que se reventó Chingaza. ¡pero como!  Con el radio encendido el dial buscaba alguna información en las emisoras, que nos sacara de la duda  pero la música fluida normalmente y no trasmitían nada. Uno de los celadores que andaba de turno esa noche salió en la moto volado ¡voy a salvar a mi mama nos gritó desde lejos!
Abramos las puertas del INEM, para que la gente entre y suba al tercer piso fue lo  que le dije al flaco;  si viene la avalancha la fuerza tumbara los muros y las paredes del primer piso;  si las columnas son fuertes soportaran la embestida. (Por mi memoria pasaban las imágenes de la avalancha de Armero, en especial  la piedra que arraso con la estación de policía). En par segundos la gente se atiborro en las calles aledañas al INEM, unos subían, otros bajaban desorientados, los gritos y los llantos de la gente se  escuchaban por doquier, en especial el  de los niños –que no comprendían la situación- y respiraban en el ambiente la presencia de la parca en la lejanía.
Para el tercer piso les gritábamos desde la portería. Pero la gente seguía su rumbo en una especie de shock por la catarsis que se vivía. A  lo lejos vi subir al tendero  y su mama, doña teresa llevaba en sus brazos el cuaderno de cuentas y deudores. Los carros pasaban atiborrados de hombres y mujeres, las motos de a cinco, los camiones y volquetas a reventar. Los  que venían a pie seguían llenando segundo a segundo las calles,  con maletas, descalzos, en pijama, en paños menores y cargando todo tipo de enseres. Los minutos transcurrían y  nada de información en las noticias, mientras las sirenas de bomberos guardaban un silencio sepulcral.
Por un instante me acerque a tres personas que habían llegado  a la entrada del colegio. Un hombre venía en pantaloneta y descalzo con una jaula de gran tamaño que en su interior llevaba  un loro (que al igual que los presentes reflejaba un rostro de miedo) con el venia su compañera en  pijama y su suegra en brasiel y naguas. Les pregunte su lugar de procedencia y me respondieron que del barrio Madrigal; en sus rostros se veía reflejado el miedo, la angustia y la zozobra,  dos días antes con las lluvias torrenciales que habían caído en la ciudad, su casita  ubicada en el barrio san Jose se había deslizado en la montaña y en el madrigal habían conseguido una piecita hasta que les toco salir corriendo ese día.
Lo minutos se fueron consumiendo. La gente  aledaña se ubicaba en las esquinas mientras  otras seguían el desfile buscando salvarse de la avalancha que venía. Pasado 35 minutos paso el carro de los bomberos anunciado que era una falsa alarma y que podíamos volver a las casas a dormir tranquilos. Pero como buenos colombianos nos quedamos en la esquina echando tinto y  haciendo radio bemba: echando chisme y tirando risa recordando lo sucedido al ver volver la gente  que se devolvía para  sus casas. Las delegaciones que estaban hospedadas en el colegio ni se dieron cuenta de lo sucedido. Los que venían en la carretera de Bogotá a Villavicencio escucharon la noticia y pensaron que la ciudad  había desaparecido.
Del rumor a la noticia
Dicen que la noticia círculo por pin  a eso de las once de la noche. De cadena en cadena se rego el chisme que contagio de pánico colectivo a la ciudad. A ciencia cierta no se sabe el lugar de procedencia del mensaje, y  las compañías canadienses que fabrican y monitorean los dispositivos de BlackBerry no dieron con el autor de este, que al parecer fue el mensaje que encendió la alarma: “Favor avisar a todos parece que hay amenaza de avalancha de la represa de Chingaza informar a todos y estar pendientes de las sirenas de bomberos señor Dios protégenos!”
Hay quienes se atrevieron  a decir en forma de chiste que fue el ex alcalde que andaba preso por esos días quien corrió el rumor para poder escapar. Lo innegable es que la multitud corrió despavorida  por todos los cuatro puntos cardinales de la ciudad.  
El rumor a medida que iba avanzando cobraba fuerza con  exageración y especulación. Twuiter, Facebook, msn y pink impulsaron la noticia y jugaron su papel primordial como lo hicieran en los primeros días de la revolución de primavera en Africa. El 112 y el 123 se bloquearon  al igual que Las  líneas telefónicas colapsaron al correr la noticia. Todo el mundo se echó a llamar a la familia, al ser querido, al amigo para que se pusiera a salvo de la avalancha.
Luego vino la reacción inmediata de la gente que como el cuento de García Márquez: Algo muy grave va a suceder en este pueblo,   presa del pánico abandono sus hogares ante la zozobra inminente de la muerte.  Ese día Villavicencio quedo prácticamente desocupada. No hay dato estadístico para soportar la afirmación, pero ante el mar de gente que se avalancho por las calles de la ciudad, se prevé que de lo mas de 400 mil habitantes de Villavicencio, trescientos mil salieron de sus casas. La reacción de la gente fue diversa  dependiendo el lugar y la actividad que se encontraba desarrollando. Eso  lo expresa de forma clara y  contundente  la canción Se rompió chingaza (falsa alarma) de Blanco y negro.  Todo el mundo empezó salir bolado agarrando lo que encontrara a su paso y con la ropa que tuviera puesta; la pena y la vergüenza se quedó en las casas. Ese día se  vio a la gente correr con  maletas, con televisores, hasta con neumáticos, galones  y flotadores para hacerle frente a la inundación.  Gente que ni en el barrio, ni en la misma cuadra se hablaban y ni se conocían, terminaron entablando amistad y solidaridad a partir del susto.  Algunas madres prefirieron entregar sus hijos a los carros que pasaban para que se pusieran a salvo en el instinto de conservación de la especie.
Una pareja en Portales del llano  cogió los perros salió de afán y llegando al barrio Covisan se acordaron de sus hijos. No faltó quien subió la nevera, el televisor, la lavadora al segundo piso para resguardarlos del agua y después si se dio a la fuga. Algunos ladrones andaban asustados, mientras que otros aprovecharon las puertas abiertas de las casas para hacer su agosto. Un ladrón  que iba con un televisor Sony  de los antiguos, lo tumbo al piso de la rabia al ver que otro parcero suyo iba con un plasma mejor equipado.
Corra usted y sálvese mija le dijo doña Ofelia a su hija  en el barrio Nueva Colombia, yo ya estoy  vieja y prefiero quedarme acá en la puerta de la casa  a que venga la avalancha y morir dignamente. Una ya no está para esos trotes.  Hace 12 años cuando se creció el rio Guataquia y el agua llego a las puertas de nuestras casas tenía aliento, energía  y corrí despavorida con ustedes; …. Váyase, yo me quedo en este rancho que con  tanto sufrimiento hemos construido.
Cuando María escucho el rumor de la avalancha por boca de su mama se angustio por el  informe que tenía que entregar en su oficina al día siguiente; lo primero que hizo fue subir al segundo piso y coger el computador para echarse a correr y ponerse a salvo con computador en mano
Don Avelino  dejo botado el taco de billar en el barrio San Benito  y en su moto partió de afán para el barrio Manantial;  a la altura de Cofren lo estrello una camioneta y al suelo fue a dar dando volteretas.  Se paró como si nada, cogió la moto y del susto  que tenía por el reventón de Chingaza  siguió su camino a salvar los suyos.
Don Mauricio un habitante del barrio Gaviotas al suroriente de la ciudad había  vivió en carne propia el desbordamiento del rio Ocoa donde fallecieron más de cinco personas tres días antes. Al escuchar la noticia del reventón de Chingaza salió con su bosaron como alarma natural despertando a todo el mundo en el barrio. No habían terminado de sacar el agua de sus casas, dorear la ropa,  asolear los colchones cuando a la media noche volvió  la sirena de don Mauricio. La gente gritaba y lloraba  presa de desesperación porque  no había carretera hacia la vía puerto López y la única forma de evacuar era por el camino ganadero (por donde vendría la avalancha) subir por el Pinilla y volver a tomar la ruta hacia Puerto López y eso era mucho tiempo. Muchos se resignaron a esperar que llegara el agua a su casa mientras una anciana gritaba con resignación que no había  nada que hacer, que este era un  mensaje contundente de  Dios  anunciando  el fin de los tiempos. Mientras esto ocurría en la terraza del tercer piso en la casa de Leidy paredes se metió medio barrio a resguardarse de la avalancha  En el siete de agosto en cuestión  de segundos  los bares quedaron desocupados con  muchas cuentas sin saldar y botellas aun sin consumir.  La gente salió despavorida corriendo para el Buque y en dirección a  Porfía.
Ese día todo tipo de vehículos sirvió para salir a la fuga: zorras, volquetas, camiones buses, motos, bicicletas y el carro de Vicente que camina para dónde va la gente.  Accidentes se presentaron por montón.  Alguien me relataba la historia de un pariente suyo que iba en una moto y al esquivar los carros de la larga cola de la avenida del llano un señor de una camioneta Toyota Hilux  atascado en el trancón se la ofreció a cambio de la moto. No acepto la permuta  porque necesitaba llegar con urgencia a su casa a evacuar a su mujer e hijo.
La geografía del miedo.
Por primera vez en mi vida conocí el rostro colectivo del miedo. Esa horrible sensación  desagradable que carcome los sentimientos y perturba la mente ante algo que nos puede generar daño. Palabras más palabras menos el temor a la avalancha fue el  miedo a la muerte. Esa noche me fui en mi motocicleta andar la ciudad y el rostro colectivo que se veía en la gente era anormal. La gente afuera en las puertas de su casa,  en los rostros de los niños, de los jóvenes, de los adultos y de los viejos afloraba la zozobra y el miedo. En el brillo de sus ojos se  denotaba el temor por la avalancha que se avecinaba y hasta en sus pensamientos al correr  se dibujaba el agua que tocaba sus espaldas.
Sin embargo me atrevo a decir que a pesar del pánico colectivo que se vivió esa noche;  la geografía del miedo en la ciudad  fue disímil. A lo largo de los cuatro puntos cardinales de Villavicencio la gente corrió desesperada; pero el temor de los habitantes de la margen derecha del rio Guataquia aguas abajo, fue mayúsculo. Los pobladores de los barrios Brisas del Guataquia, Topacio, Nueva Colombia I-II, Portales del llano, Uniportales y Jericó al igual que los habitantes de la Reliquia, trece de Mayo, San Antonio, Covisan, San Marcos, Maracos, Pinilla, y el sector del camino ganadero vivieron  un poco más de intensidad el suceso por el lugar que habitan en la ciudad,  su cercanía con el rio  y la distancia al punto más cercano  para ponerse a salvo.
Hoy en el ámbito de lo que se denomina la sociedad del riesgo; sociólogos como Antonny Giddens, Sygmun Bauman  entre otros, reflexionan sobre los actos y hechos del hombre en el pasado y que generan riesgos no previstos en el presente con consecuencias negativas.  Muchos  habitantes de Villavicencio han construido sus moradas sobre las riveras y playas de los caños y ríos que atraviesan la ciudad quedando expuestos a los traumas que generan los desastres naturales como la inundación y el deslizamiento por lo que se vuelve imperativo pensar en ellos, en dignificar sus  lugar de residencia,  al fin y al cabo son humanos, son villavicenses,  pero sobre todo son  colombianos.
.Las enseñanzas
Afortunadamente  el 2 y 3 de diciembre el rumor de la avalancha fue simplemente eso,  un rumor y no una tragedia. Pero de todo suceso queda una enseñanza que hay que sistematizar, analizar y extraer las conclusiones que permitan tener la certeza a la hora de tomar decisiones futuras. Esa noche por lo que pude vivir, y lo que comenta la gente;  la ciudad no estaba preparada  para un  evento de gran magnitud.

Un año después de que la ciudad corriera despavorida  es bueno hacer un alto en el camino y examinar  lo acaecido  sacando las enseñanzas del hecho como una alerta temprana de lo mal que está preparada la ciudadanía villavicense para enfrentar este tipo de situaciones. Pues para nadie es un secreto que la ciudad más allá del riesgo de lo que represente el sistema de lagunas de Chingaza; está expuesta a desastres tipo riesgo sísmico -como los acaecidos en 1917 y 1923-  por las fallas circundantes  que se presentan en el área de Villavicencio y la región del piedemonte como son  Guaicaramo, Algeciras, y Servita entre otras.
Ese día quedo entredicho la viabilidad del COPLA -comités locales para la prevención y atención de desastres- y el plan  local de contingencias estipulado en el decreto 919 de 1989 y decreto 03 de 1998 que enfatiza en la formulación del plan local de emergencias y contingencias PLEC´s. Corrimos desesperados, lo que demostró que no se ha creado un proceso educativo que oriente a la ciudadanía para enfrentar este tipo de adversidades. Por lo que se vuelve imperativo preparar simulacros con un plan de contingencia destinado a la ciudadanía en general para enfrentar el riesgo ante cualquier eventualidad que se pueda presentar. Los colegios, las escuelas, las empresas y en los barrios, se debe implementar su sistema de alerta temprana y de reacción, al igual que la ciudad debe desarrollar simulacros para construir la cultura de la renuencia ante este tipo de eventos. Si nos educamos y preparamos para reaccionar menores serán los estragos del desastre natural.

Diego Andrés Díaz Jaramillo





Observatorio de la ciudad
Una mirada transdisciplinaria a Villavicencio


[i] Este es un trabajo que se materializa a partir de una serie de entrevistas realizadas a pobladores de Villavicencio de diferentes de barrios de la ciudad en el primer semestre del año 2012 como  forma de guardar la memoria histórica de este suceso.

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