En los primeros días de enero del
presente año un grupo de caminantes
trashumantes iniciamos la travesía hacia el Parque Tairona y el cabo de la vela. Durante
10 días vivimos una experiencia
maravillosa que no alcanzarían las
palabras para describirla; mas sin
embargo sea este un propósito para emborronar cuartillas y dejar rodar las
palabras andantes para que se instalen
en la memoria colectiva de los trashumantes y quede el testimonio
escrito de nuestro caminar.
En nuestro camino al mar tuvimos la fortuna de caminar media Colombia. 1190 kilómetros de Villavicencio al Cabo de la
vela desvelaron una geografía de ensueños y paisajes. Recorrimos parte de los
departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Caldas, Santander, Cesar, Magdalena y la
Guajira. desde nuestra natal Villavicencio; remontamos la gran cordillera oriental de oriente a occidente;
para atravesar el rio grande de la Magdalena a la altura de Honda y vadearlo
nuevamente en la Dorada rumbo al norte, siempre siguiendo la ruta del sol por la vega derecha del gran rio, aguas abajo; continuamente bordeando el flanco occidental de la cordillera oriental,
hasta llegar a las llanuras del Caribe y
circunvalar la ciénaga grande entre la llanura estuarina y la terraza aluvial de la zona bananera, antes de toparnos con las estribaciones de la sierra
nevada de Santa Martha (la montaña a orillas del mar más alta del mundo) y
seguir rumbo nororiente para encaminarnos
en la península de la Guajira a la altura de
la bahía de Manaure, cruzar por Uribía
(capital indígena de Colombia) y cuatro vías para adentrarnos por la planicie árida hasta alcanzar el lugar
sagrado donde los espíritus de los
wayuu se encuentran con lo desconocido: El cabo de la vela o Jepirra.
Con la travesía descubrí que cada uno de los sitios que visitamos tienen un lugar particular en la geografía del
país, son territorio nacional con sus
gentes sus costumbres y creencias. Esto
es Colombia era el grito de emoción que afloraba a lo largo de la travesía y que
con orgullo se levantaba en la tricolor para la instantánea. Esto es
Colombia un país de contrastes, un
país de paisajes que solo dimensionamos y experimentamos cuando
atravesamos la línea de nuestra cotidianidad y nos aventuramos a explorar la
geografía nacional, aquella que se nos
enseña en los mapas de la escuela y el colegio desde la más temprana edad y que deja de ser un aprendizaje significativo
para volverse una postal mental real cuando
recorremos el territorio nacional.
12°, 19” y 74 de latitud norte y
70°, 0” 52 segundos posición longitudinal son las coordenadas astronómicas
registradas en nuestra bitácora de viaje de kaminantes trashumantes. Punto de la
geografía nacional de este nuestro bello
y hermoso país del sagrado corazón.
Al escribir estas
palabras pienso en los paisajes y lugares que recorrimos, en los
territorios y sus gentes. Pienso en cada uno
de los segundos que pasamos en comunidad y que no han de volver. Cada uno de los compañeros
de viaje hizo su travesía interna, enfrento miedos y temores, desplego
tristezas y angustias, pero sobre todo allano
caminos de júbilo y alegría. Y con certeza me atrevo a decir que estos días
pasaran hacer parte de la memoria interna y sentipensante de su existencia, y un día de estos, más temprano que tarde, en
esas vueltas locas que da la vida; un
olor, una canción, una imagen, harán desempolvar el viejo baúl de los recuerdos
para encontrarnos con la mañana del tercer día de enero del año
2013 momento en que empezó la 8 travesía
al cabo de la vela que dejaría profunda
huella en nuestras vidas, porque al decir del filósofo de la costa, el gran cacique
de la junta, Diomedes Díaz, hoy lo que nos queda son Experiencias vividas; aquellas que experimentan los que trashuman, los que
salen de sus territorios para enrumbarse
por el sendero de la aventura.
Y en nuestra memoria colectiva
quedaran grabadas esas experiencias como imágenes instantáneas que juntas
construirán un calidoscopio de recuerdos,
efímeros y volátiles como el tiempo,
pero cargados de gratas evocaciones que han de rememorarnos esos magnos momentos
del ayer: Una caminata nocturna por el bosque
seco tropical del Tairona, 17 horas ininterrumpidas al compás del vallenato de
Martin Elías, el viento, el mar, la sal y la arena de la costa caribe, la sonrisa del negro Manuel y sus cocadas, el
Asakaa
de Lupe y Santiago vendiendo sus manillas, el espíritu solidario de Walter
con su fogata, el tumbado reguetonero de doña Carmen y sus correrías nocturnas
por las calles de Manaure, la vista al
mar desde cerro el pilón y la fuerza de
los vientos alisios del norte, los
caminos amarillos sedientos y polvorientos de la alta guajira, los largos caminos de nubes en el mar, el choque de las olas contra los acantilados,
la blanca espuma del mar, las oscuras noches estrelladas con sus fugaces meteoritos
deslumbrantes, el caminar nocturno por
el cabo, Orión apuntando al norte en la majestuosidad de la bóveda celeste;
acostarse y levantarse con el sonido del mar,
la arena colándose entre los dedos, el salivar con el agua del mar, los tonos y colores de los atardeceres, y la
luz del faro iluminando la lejanía del mar, mientras se pierde en el
horizonte el ultimo destello de luz solar.
Alguna vez escribió Antonio
machado en su extracto de poemas y cantares XXIX:
Caminante, son tus huellas el camino y nada más;
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino sino estelas en la mar.
Un abrazo fraternal
para los trashumantes
Hasta la próxima
Travesía.
Próxima estación Sierra
de la Macarena
Diego Andrés Díaz Jaramillo.
Geógrafo
Enero 17-2013
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