viernes, 5 de septiembre de 2014

LA NOSTALGIA DE LA COMETA



No se si ustedes lo han notado pero en esta ciudad  ya no soplan con fuerza los vientos de agosto, o al menos eso pareciera en estos tiempos en que nuestro cielo sabanero no se vio inundado de  colores y siluetas, de pitingles y cometas como en épocas de antaño. Cuando los vientos alisios del oriente llegaban con mas fuerza en el octavo mes del año,  y elevaba las cometas a lo largo y ancho de los cuatro puntos cardinales. Ah días aquellos en que los chulitos y las cometas  alegraban nuestra infancia y adolescencia.

En mi memoria a un persiste la imagen de la cuadra donde me crie y de la familia  Guachetá. Experta en el noble arte de fabricar chulos, cometas y estrellas de manera artesanal; con nada mas  que  veradas*, hilo,  colbon y papel de seda. Ellos  Vivían atrás del sector 23; en el rincón de la cuadra. En aquella vieja plazoleta donde justo en el centro del parque, crecía un frondoso árbol de Acacio, testigo de la quema de años viejos, en fiestas decembrinas y del cual se desprendían pequeños caminos que llevaban a las casas de los Mur, los  Barbosa, los  Páez, los Henao, los Ramírez, los Crinstancho y ellos fabricantes de cometas.

La tradición empezó por algo circunstancial; como si el azar hubiera marcado el horizonte de doña Lola;  que un acto sin querer terminó siendo cómplice de los caprichos de su hijo Edgar, quien estallaba en lagrimas cada vez que su cometa se arruinaba por la lluvia. Doña Lola como toda madre compinche de sus hijos; optó por experimentar con una nueva cometa que resultara mas eficiente a las inclemencias del tiempo y la fricción del viento.  Con una  bolsa blanca del almacén LEY y sin conocer las reglas de la aerodinámica  y el vuelo -pero con la malicia que tienen las madres-  terminó fabricando una cometa que se convertiría en la envidia y el encanto de los muchachos del barrio. Y el empréstito resultó tal, que doña Lola ante la presión de los amigos de su hijo, se motivó a diseñar un patrón que se pudiera realizar en serie con el fin de suplir sus caprichos ventoleros y de paso ganarse algunos pesos;  sin saber que abriría paso a un negocio que se convertiría en economía y oficio familiar por mucho tiempo;  llegando a vender en temporada 2000 chulitos cien pitingles y 30 estrellas con tan buena suerte que el negocio llego incluso a extenderse por las tiendas y misceláneas del barrio.

Era común ver de lunes a domingo y desde finales de julio hasta entrado el mes de septiembre, pasar la romería de gente  por la  cuadra con su chulo o cometa colgada  en el brazo. Como bello y sublime era sentir el aroma a tabaco que emanaba  de la casa de doña Laura cuando se atravesaba el callejón para ir a comprarlas. Desde esta esquina con olor  tabaco y  justo al lado de la casa de las Valdez, ver hacia el rincón de la plazoleta era verlos trabajando  juntos sentados en el antejardín o  sala  de  su casa;  organizados al mejor estilo de la división fordista del trabajo. Doña Lola cortaba el papel, don Carlos alistaba las veradas, Edgar doblaba los arcos y amarraba los vientos (punto clave en la proeza  y calidad del vuelo) Sandra pegaba las varitas diagonales  llamadas centros, Angélica y Luz Stella fijaban los arcos con parches de papel, mientras el abuelo Fabricio se encargaba de pegarle las colitas y doña Transito despachaba la venta.  Una instantánea  impresionista al mejor estilo de Van Gogh.  

Desde mayo comenzaban a alistar los materiales que compraban en el almacén cristal, para esa época también crecían y florecían las veradas en las riberas de los ríos;  indispensables para la aerodinámica de las cometas. Don Carlos y Doña Lola Edgar viajaban hasta las  rivera del rio Upin  y vagueaban  entre la maleza para conseguirlas.

Al llegar el mes de agosto las ansias de salir rápido del colegio lo consumían a uno. Nada mas era llegar a casa para después de almorzar alistar el pintingle y subir al tejado y echarlo a elevar. Era común encontrar los amigos de la cuadra encaramados en los techos de sus casas elevando su cometa; como común era verlas  enredadas entre las  cuerdas de la luz  o en las copas de los árboles.

El vuelo duraba  varias  horas y se prolongaba al caer la tarde, cuando se habían disipado las ganas de volar. Hay quienes nos atrevíamos al planeo nocturno acompañados bajo la luz de la luna o simplemente con el resplandor del cielo estrellado; guiándonos simplemente por los mensajes de papel blanco que  enviábamos  a través del hilo  o la piola y se elevaban hasta casi tocar la cometa.

Los cielos de la sexta y los potreros aledaños que colindaban con el barrio la Esperanza y se extendían hasta la carretera del amor; fueron  testigo de las batallas aéreas de chulos,  pintingles,  cubo, cometas, y estrellas. Como no recordar cuando se le ponía una cuchilla minerva para trozar el hilo o dañar otra cometa .

Acuciantes fueron los concursos de cometas que se realizaban el último domingo de agosto en la cuarta etapa del barrio. Allí  asistíamos todos. No importaba el tamaño o el diseño simplemente era elevar y soñar.

Pero la ciudad fue creciendo y los grandes potreros fueron desapareciendo para darle paso a nuevos barrios y la gran mole de concreto.  Y un día sin más, los Guachetá levantaron vuelo  y se fueron de la cuadra para buscar nuevos rumbos en otro  barrio. Con ellos se fueron las viejas  cometas de papel pitingle que tantas alegrías nos habían brindado y con el tiempo fueron remplazadas por las cometas de prolipopileno.

Hoy cuando escribo estas líneas, no dejo de añorar con nostalgia  el vuelo de la cometa  y a la familia Guachetá que tantas alegrías nos dio en el barrio y nos abrió el camino a la fantasía de volar.



Septiembre  4  2014.

martes, 2 de septiembre de 2014

AGUA BENDITA

El calor que hizo ayer en el piedemonte calentó el asfalto  y sofoco gargantas durante horas. Quizás sea el anuncio en estos tiempos de incertidumbres  y cambio climático que ya esta llegando a Villavicencio el fenómeno de la niña;  que ha prendido las alarmas en el país entero  ante la sequía que trae a  sus espaldas y del cual fue noticia la Guajira  por estos días. O  a lo mejor el intenso calor de ayer  fue un capricho de nuestra estrella madre; que decidió  alumbrarnos con mas fuerza y radiación que de costumbre; para despedir el mes de agosto  y anunciar  la llegada del mes septembrino cargado de mucha insolación. 

Las imágenes muestran a tres niños disfrutando las gotas de agua que se escapan por los huecos de las viejas mangueras que  bajan de la montaña  y llevan el agua vital para sus casas. Ellos viven en la Nora. En la parte media. Uno de los muchos asentamientos humanos que existen en esta La ciudad de las lonas verdes y que forman  parte de la segregación socio espacial que existe en Villavo la bella.  





Lo uno como lo otro los afecta a ellos,  los de arriba, a los nadie. El intenso calor promueve la sequía  y  genera que el recurso hídrico  que capturan de un manantial en lo alto de una cueva infestada de murciélagos, empiece a escasear. La segregación socio espacial los condena al olvido y la marginalidad en este lugar de la ciudad;  los fuerza  vivir con el esfuerzo y la creatividad de la supervivencia del diario  transcurrir, sin  la garantía de los mínimos vitales en servicios públicos como lo demanda la ley especialmente el de agua como fuente de vida y que consiste en 2.5 metros cúbicos de agua mensuales.

Hoy cuando la ciudad esta elaborando su plan de Ordenamiento Territorial, cabe preguntarse que ha pasado con dicho proceso que empezó con bombos y platillos, seminarios y capacitaciones y todo tipo de  propuestas para construirle un NORTE a Villavicencio en los años venideros; pero que ahora casi dos años nos encontramos navegando entre el  limbo y la zozobra;   y esta  la  ciudad de las lonas verdes pareciera  estar ser siendo planificada  en escenarios ajenos a ella misma;  bajo  la lógica del capital, desde  fríos escritorios  que le dan la espaldas a la ciudad  misma; sin la participación de los ciudadanos  que viven ella  -muchas veces vulnerando sus derechos-  y  tomando decisiones que a la par no logran darle solución  a la problemática misma que aqueja la ciudad desde hace muchos  años en materia de vivienda,  transporte y movilización, salud,   empleo  y servicios públicos domiciliarios.

Pensar la ciudad para los tiempos que vienen, (tiempos de cambios climático y ojalá de posconflicto)  es pensar a Villavicencio hoy y sus problemáticas;  es allanar el camino a una ciudad incluyente con posibilidad para todos,  una ciudad diseñada y pensada a futuro  en materia de movilidad y transporte urbano,  con acceso a la vivienda, la salud  y la educación, al  cubrimiento de servicios públicos domiciliarios, pero sobre todo con  oportunidades de trabajo. 

Pensar  la ciudad es preocuparse  por sus coterráneos  como estos que viven en la parte media de la montaña;  que aprovechan un día de intenso sol,  para refrescarse con  las dulces gotas de agua que escapan  a través del  roto de la manguera y  disipar el fuerte  calor.


Pensar la ciudad es construir Política pública para los ciudadanos.

La ciudad de las lonas verdes.


Mangueras benditas.

viernes, 22 de agosto de 2014

ATREVERSE A VOLAR


Siguiendo el sueño renacentista de Leonardo Davinci de volar  como las aves y  tener la sensación de planear con el viento; acepte la invitación de mi amigo Alexander Ramírez  para  votarme en Parapente desde el cerro de las antenas en el alto de Buena vista en Villavicencio. 

Para los que lean esta pequeña crónica y contemplen las fotos en ella; les digo que vale la pena vivir la aventura y quemar adrenalina con el vuelo y el descenso que se hace desde esta parte de la cordillera. Solo hay que tener una dosis de valor, no tenerle miedo a las alturas  y arriesgarse a tremenda aventura para sentir en carne propia  el placer de volar  libre como el viento. Se las recomiendo.

Al subir los 1000 metros donde se encuentra el sitio de despegue; uno se encuentra con la ciudad de frente; a lo  lejos  se contempla la inmensa llanura que pareciera no tener fines ni limites, mientras la gran mancha de concreto se disemina por los cuatro  puntos cardinales; sobresaliendo el  rio Guatiquia que serpentea y se  bamboleá de lado a lado sobre su costado. 

 La ansiedad aumenta  y  los pulsos del corazón se aceleran - El  instructor da las indicaciones técnicas para el vuelo. Lo  sujeta a uno al  arnés y prueba que este todo listo para salir a correr y despegar punto com.  En tan solo unos segundos  ya se esta en el aire y atrás quedan la sensación del vacío y vértigo ( el susto tipico de la aventura) mientras  empieza el deleite  y el disfrute del  paisaje que  se tiene en el horizonte.

Lo que se siente es ¡poderoso! Indescriptible, ojos, oídos y olfato  se despliegan a  lo largo del vuelo  para contemplar con magnificencia el poder de la naturaleza que se traduce en viento  nubes lluvia calor altura  y montaña.

A medida que se desciende se contempla el espacio geográfico; la misma ciudad y sus dimensiones a lo largo y ancho, su morfología urbana, los edificios y casas pequeñas que se van agrandando cuando se desciende; los barrios lejanos;las geoformas que adopta el flanco oriental de la cordillera y la cuencas que se forman por las corrientes hídricas que bajan a través de ella. Uno siente que se va estrellar con los arboles y la misma montaña, los ve encima, pero la pericia del piloto hace que este planee de lado a lado con la fuerza del viento ascendente. El ruido que genera el parapente con el roce del viento es fuerte y se mantiene constante casi hasta tocar tierra. Al fondo las nubes sobre salen junto a las tonalidades verdes que adquiere el paisaje. La sensación de planear es total.  Luego de unos minutos de estar volando con el beneplácito del viento  la aerodinámica del parapente y la pericia del piloto viene el aterrizaje que no es para nada traumatico; los pilotos son experimentados en el arte de ubicar la intensidad y dirección de los vientos, manejar las turbulencias, los gradientes de temperatura;  y  otros avatares de la habilidad de volar con parapente; que implica conocimientos teóricos-prácticos en la preparación del equipo, el despegue y control de vuelo, los giros y el aterrizaje; Juan Carlos Díaz es uno de ellos piloto de pilotos, quien lleva muchos años de su vida en este deporte   con quien tuve la oportunidad de hacer el Tándem o vuelo de a dos.


Y mientras volamos recordé las clases de climatología y meteorología en la Universidad Nacional con el profesor Daniel Pabón; cuando a través de dibujos y esquemas nos explicaba  el funcionamiento de la atmosfera y sus fenómenos meteorológicos;  entre ellos el comportamiento de una masa de aire en un territorio delimitado con  los cambios en la temperatura,  lo que propicia  aires  ascendentes que en el lenguaje parapente se conoce como térmicas; entendidas como masas de aire que ascienden a la atmosfera y se producen por la energía que irradia el sol sobre la superficie terrestre,  y que varían  de acuerdo a la misma composición, estructura  y dinámica del territorio para absorber y liberar el calor, generando corrientes de aire y viento que son las que hacen elevar el parapente; fenómeno que esta asociado a las capas de la atmosfera y sus diferentes temperaturas y que los meteorólogos denominan  como gradiente Térmico. A través de las térmicas  se puede ascender a mas de 10 metros por segundo con el parapente. Las aves vuelan en circulo a través de ellas para ahorrar energía.

De chico subíamos con los amigos de la cuadra hasta lo alto de esta inmensa montaña. Solo lográbamos contemplarla en la dimensión frontal y lateral;  verla desde arriba es construir una imagen tridimensional del espacio geográfico que habitamos para contemplarlo  en su majestuosidad.

Cuando vea  aves volando  en círculo se  seque estarán planeando  a través  de un gradiente térmico sobre lo alto del cielo; y su vuelo libertario evocara  las imágenes  y sensaciones de este épico vuelo cual sueño homérico  de Ícaro y Dédalo.


Se los recomiendo.

Cualquier cosa se pueden comunicar con

Juan Carlos Díaz 3114495050

Alexander Ramírez  3212304524





















Atreverse a volar.












Sigaquesihay