Los habitantes de la calle de
Villavicencio andan de luto. Hace un par de días murió Marco Tulio García
Ortiz, un hombre que junto a su familia y los vecinos de su barrio la vega,
desarrollo una noble labor caritativa de
darle de comer y beber a esos hombres de carne y hueso que por situaciones
de la vida, terminan consumidos en el mundo de la droga. Ellos, los
llamados desechables, los indigentes,
los habitantes de la calle, lo conocieron en su loable labor de compartirles una
sopa caliente un jueves semanal.
Marco tulio García Ortiz,
oriundo de Cundinamarca, había llegado a Villavicencio por cuestiones
laborales, y se quedó viviendo en la ciudad
durante treinta años. Trabajo en el banco ganadero hasta que en uno de los recortes de personal,
fue sacado después de 20 años de servicio. Como dice Janet su esposa;
esa fue la luz que ilumino el camino para el apostolado que habría de comenzar
allá por el año 2000 y que beneficiaria
a más de 150 habitantes de la calle hasta el día de hoy.
Todos los jueves a la cinco
cuando comenzaba el ocaso de la tarde, era común ver a Marco Tulio alistar la olla al lado
del garaje de su casa, en un acto que se consumía hasta las nueve de la noche,
hora indicada para salir a repartir la sopa de los indigentes.
La idea de la sopa surgió
porque su hijo mayor Marco Javier pertenecía a un grupo juvenil
que repartía chocolate a los habitantes de la calle de Villavicencio. Y antes de salir Javier para el seminario,
les pidió a sus padres que la obra no finiquitara con su partida. Váyase tranquilo mijo le dijo Marcos, yo
continuo con la labor y usted va ver que la vamos hacer más grande. Y
desde ese día hasta el presente, pasarían 476 jueves ininterrumpidos durante 13 años,
en los que Marcos, Janet, Nidia, Cesar entre otros, fortalecerían el apostolado
añadiéndole la sopa, la colada, el pan, el seco, más la celebración de la
novena de navidad.
Hoy de la sopa se
benefician entre 150 habitantes de la
calle. El menú varia con los días y desde el lunes se empieza a trabajar de
acuerdo a lo planeado. Son cinco las paradas que hacen y que tienen establecidas donde los esperan los
habitantes de la calle a eso de las diez de la noche para recibir su
ración. Por lo general son los mismos
lugares donde pernotan y pasan la noche después de sus andanzas por la ciudad.
La iglesia de san Benito, el YEP, el
Banco Ganadero, el Banco de Bogotá y el parque del Hacha son los lugares
que dan testimonio y fe de la olla de la divina misericordia.
Siempre que les sobra se
dirigen al machín de petróleo junto al rio Maizaro, otro punto de la ciudad que
se vuelve morada de los habitantes de la calle cuando la noche se adentra para
darle paso a la madrugada. Cualquier guapanelita y sopa es capricho antes de
acostarse a esperar que emerja el mono y reactive su andar invisible por las
calles de esta ciudad.
No todo ha sido fácil; durante
años cocinaron con leña hasta que una señora que los veía preparar la sopa con
leña les obsequio la estufa, luego llegaron los cilindros, las ollas, la
picadora y las dos butaquitas para poder sentarse a repartirla. Al principio se
iban a pie con palos atravesados en la olla para poderla
cargar, pero un día llegaría el auxilio ininterrumpido del transporte. No han
recibido ayuda del estado alguna y lo prefieren así porque las cosas de Dios no se contaminan, la de los hombres se
corrompen dice doña Janeth y además el deseo de servir es el motor, Dios se
encarga de ponerle las cosas.
El apostolado es conocido como
La divina misericordia ya que este
se sostiene según palabras de Yaneth de la misericordia de Dios, reflejada en
los corazones de la gente que aportan las ayudas necesarias para preparar la
sopa. Fue escogido el día jueves porque de acuerdo a la tradición católica este día se celebra la institución sagrada de
la eucaristía como memorial de la pasión de Jesucristo y el mandato de la
caridad fraterna. Es el día de la ultima cena donde Jesús ofreció su cuerpo y
sangre al servicio de los hombres a
través del lavado de los pies. Además Los jueves en todas las iglesias se expone el
santísimo. Se ora por las vocaciones, el planeta, la humanidad. Y decidieron que esa oración vaya acompañada de
la obra.
Marco Tulio siempre tuvo la convicción profunda de la fe y la creencia de ayudar al prójimo sin esperar nada a cambio. Hizo suya la frase del
carpintero de Nazaret de que la dicha más grande radica en dar que
recibir. Y el se dedico a servirle a
Dios, después de salir del banco tuvo
dos apostolados, su hijo y la sopa. Marcos hacia la sopa sin prejuicios como si estuviera dedicada alguien
importante. El sazón que le inyectaba era el amor al prójimo. Hermosa y bella
palabra cristiana que muy poco se practica por estos días. No necesito ni un
peso para hacer lo que hizo porque él decía que la fortaleza se la daba Dios.
Las cosas las hacía con amor,
con empeño, con dedicación y con la virtud de ser desprendido de todo. En su
memoria el trato preferencial no existía, todos eran iguales e importantes, no
desprecio a nadie, no conoció el orgullo, la mentira, no era prepotente ni
hablador, su espíritu como persona era
noble y sencillo. Hizo suya la frase cristiana de amaos los unos a los
otros y traten a los demás como quisieran que fuesen tratados.
Al jueves siguiente de muerto Marco Tulio el postulado continúo. Cuando llegaron y
supieron la noticia los habitantes de la calle, se quitaron sus gorros y
guardaron silencio e hicieron la oración por don Marcos su ángel de la guarda.
Cuando llega el carro con la
sopa ellos están listos esperando en fila. Son respetuosos y muchas veces
cariñosos. Son muchos años viviendo
procesos con ellos, los conocen a cada
uno de ellos que se acercan a recibir su ración de sopa. Además en el
apostolado están pendientes de su salud y su integridad física que es
descuidada por el Estado, y a ellos muchas veces les ha tocado
buscarlos en los puentes y los caños cuando no aparecen o están
enfermos.
Doña Yaneth dice que ellos les dan las gracias
pero gracias a ellos el apostolado les ha dado disciplina, sacrificio,
formación en valores constancia y dedicación. Bueno chuchito que mañana no nos vaya faltar la sopa…. Lo que dios me dio a mí y no quise
aprovechar se lo de a usted madrecita, dice Memin un habitante de la calle
Gracias al apostolado el
premio recibido es la constancia, la disciplina, la persistencia y la
perseverancia, pero sobre todo el
fortalecimiento del espíritu de servir al otro. Esta labor de 13 años está por
encima de especializaciones y maestrías,
por encima de doctorados. Los ha formado como seres humanos en la noble
condición humana.
Anécdotas de esta noble y bella obra se
cuentan por montón. Dice doña Yaneth que un jueves
estaban preparando la sopa con leña porque se les acabo el gas, faltaban 20
platos y tenían la preocupación por que ya casi llegaba la hora de salir. Doña Janeth le pidió a Dios que le hiciera el milagrito
con los platos y pasado unos minutos a su casa llego un señor bien elegante en una camioneta manifestándole
en que le podía colaborar; doña Janeth
le dijo que le faltaban 20 platos para poder repartir la sopa, él le
dijo que se los conseguía y acto seguido se montó en su carro y se fue. Llena
de alegría le dijo a Marcos que Dios le había enviado un ángel para el
apostolado…. pero la preocupación volvió porque paso más de una hora y nada que
llegaba el individuo; hasta que apareció
de repente no con 20 sino toda la camioneta llena de platos desechables.
Diciéndoles nunca se cansen de hacer
esto. Yo era indigente, viví 10 años en la calle del Cartucho y por esta boca
bajaron todas las porquerías posibles. Yo Salí adelante porque un día unas señoras llevaron aguapanela
a la calle del Cartucho, yo me iba a quitar la vida ese día y estaba sentado
cuando las vi llegar y una de ellas se acercó
y me dijo mijo no va tomar guapanelita y se sentó en el andén hablar conmigo y
vi en su rostro a Dios. Y desde esa noche empecé a salir de eso. Por eso estoy
acá y llevo tiempo buscándolos porque a Bogotá llego la noticia de sus actos.
O el señor que aporto la
camioneta para que Don Marcos su mujer Nancy y los demás miembros del
apostolado en sus travesías a la hora de repartir las sopa la dejaran de hacerla
a pie. Durante 10 años no ha fallado y siempre esta lista los jueves; y si la
camioneta tiene una falla mecánica envía su remplazo.
O la historia bella de la
abuela que desde hace 5 años ininterrumpidos, llega a las tres de la tarde a la casa de Marcos para apórtale al apostolado su granito de arena.
Nadie sabe quién es pero su pastica de magi
contribuye a la sazón de la sopa.
Hay una ciudad oculta a los
ojos de la gente, la de los lugares nocturnos que se vuelven morada de los
habitantes de la calle, de los llamados
desechables. Una ciudad que ignoramos y
que pasa de largo como si los indigentes no existieran.
Pero gracias a la labor del
apostolado La divina misericordia,
así como al espíritu de Marcos, muchos
de ellos han salido de esa situación difícil, mientras los otros esperan con ansias los jueves para recibir su
ración de sopa.
Hace unos días murió en
Villavicencio Marco Tulio García Ortiz. Hombre de profunda fe religiosa, noble
por naturaleza, dedicado al bello oficio de ayudar al prójimo, sus actos
son luz
que iluminan el camino. Hoy
podemos tener la certeza de que en algún lugar del universo
cósmico, en esa extensa geografía del
espacio sideral, Marcos estará
acompañado al motor del universo y las once mil vírgenes, rodeado de Ángeles, arcángeles y querubines;
porque su loable labor acá en la tierra de ayudar al prójimo sin esperar nada a
cambio; su empuje gallardo de brindarle
un plato de sopa a los nadie, a los habitantes de la calle, le aseguro su tiquete para arribar a las puertas
del cielo y estar a la diestra de Dios padre por siempre y para siempre por todos los
siglos de la eternidad.
Diego Andrés Díaz Jaramillo.
Docente Instituto Francisco Jose
de Caldas.
Observatorio de la Ciudad.