CUANDO VILLAVO CORRIO
DESEPERADO[i]
Abramos
las puertas del INEM, para que la gente entre y suba al tercer piso fue lo
que le dije al flaco; si
viene la avalancha la fuerza tumbara los muros y las paredes del primer piso; si las columnas son fuertes soportaran la
embestida. (Por mi memoria pasaban las imágenes de la avalancha de Armero, en
especial la piedra que arraso con la
estación de policía). En par segundos la
gente se atiborro en las calles aledañas al INEM, unos subían, otros bajaban
desorientados, los gritos y los llantos de la gente se escuchaban por doquier, en especial el de los niños –que no comprendían la situación-
y respiraban en el ambiente la presencia de la parca en la lejanía.
Para el tercer piso les gritábamos desde la portería. Pero
la gente seguía su rumbo en una especie de shock por la catarsis que se vivía.
A lo
lejos vi subir al tendero y su mama,
doña teresa llevaba en sus brazos el cuaderno de cuentas y deudores. Los carros
pasaban atiborrados de hombres y mujeres, las motos de a cinco, los camiones y
volquetas a reventar. Los que venían a
pie seguían llenando segundo a segundo las calles, con maletas, descalzos, en pijama, en paños
menores y cargando todo tipo de enseres. Los minutos transcurrían y nada de información en las noticias, mientras
las sirenas de bomberos guardaban un silencio sepulcral.
Por
un instante me acerque a tres personas que habían llegado a la entrada del colegio. Un hombre venía en
pantaloneta y descalzo con una jaula de gran tamaño que en su interior
llevaba un loro (que al igual que los
presentes reflejaba un rostro de miedo) con el venia su compañera en pijama y su suegra en brasiel y naguas. Les
pregunte su lugar de procedencia y me respondieron que del barrio Madrigal; en
sus rostros se veía reflejado el miedo, la angustia y la zozobra, dos días antes con las lluvias torrenciales
que habían caído en la ciudad, su casita
ubicada en el barrio san Jose se había deslizado en la montaña y en el
madrigal habían conseguido una piecita hasta que les toco salir corriendo ese día.
Lo
minutos se fueron consumiendo. La gente
aledaña se ubicaba en las esquinas mientras otras seguían el desfile buscando salvarse de
la avalancha que venía. Pasado 35 minutos paso el carro de los bomberos
anunciado que era una falsa alarma y que podíamos volver a las casas a dormir
tranquilos. Pero como buenos colombianos nos quedamos en la esquina echando
tinto y haciendo radio bemba: echando chisme y tirando risa recordando lo
sucedido al ver volver la gente que se
devolvía para sus casas. Las
delegaciones que estaban hospedadas en el colegio ni se dieron cuenta de lo
sucedido. Los que venían en la carretera de Bogotá a Villavicencio escucharon
la noticia y pensaron que la ciudad había desaparecido.
Del rumor a la noticia
Dicen
que la noticia círculo por pin a eso de
las once de la noche. De cadena en cadena se rego el chisme que contagio de
pánico colectivo a la ciudad. A ciencia cierta no se sabe el lugar de
procedencia del mensaje, y las compañías
canadienses que fabrican y monitorean los dispositivos de BlackBerry no dieron
con el autor de este, que al parecer fue el mensaje que encendió la alarma: “Favor avisar a todos parece que hay amenaza
de avalancha de la represa de Chingaza informar a todos y estar pendientes de
las sirenas de bomberos señor Dios protégenos!”
Hay
quienes se atrevieron a decir en forma
de chiste que fue el ex alcalde que andaba preso por esos días quien corrió el
rumor para poder escapar. Lo innegable es que la multitud corrió
despavorida por todos los cuatro puntos
cardinales de la ciudad.
El
rumor a medida que iba avanzando cobraba fuerza con exageración y especulación. Twuiter,
Facebook, msn y pink impulsaron la noticia y jugaron su papel primordial como
lo hicieran en los primeros días de la revolución de primavera en Africa. El
112 y el 123 se bloquearon al igual que Las
líneas telefónicas colapsaron al correr la
noticia. Todo el mundo se echó a llamar a la familia, al ser querido, al amigo
para que se pusiera a salvo de la avalancha.
Luego
vino la reacción inmediata de la gente que como el cuento de García Márquez: Algo muy
grave va a suceder en este pueblo, presa del pánico abandono sus hogares
ante la zozobra inminente de la muerte.
Ese día Villavicencio quedo prácticamente desocupada. No hay dato
estadístico para soportar la afirmación, pero ante el mar de gente que se
avalancho por las calles de la ciudad, se prevé que de lo mas de 400 mil
habitantes de Villavicencio, trescientos mil salieron de sus casas. La reacción
de la gente fue diversa dependiendo el
lugar y la actividad que se encontraba desarrollando. Eso lo expresa de forma clara y contundente la canción Se rompió chingaza (falsa alarma)
de Blanco y negro. Todo el mundo empezó
salir bolado agarrando lo que encontrara a su paso y con la ropa que tuviera
puesta; la pena y la vergüenza se quedó en las casas. Ese día se vio a la gente correr con maletas, con televisores, hasta con
neumáticos, galones y flotadores para
hacerle frente a la inundación. Gente
que ni en el barrio, ni en la misma cuadra se hablaban y ni se conocían,
terminaron entablando amistad y solidaridad a partir del susto. Algunas madres prefirieron entregar sus hijos
a los carros que pasaban para que se pusieran a salvo en el instinto de
conservación de la especie.
Una
pareja en Portales del llano cogió los
perros salió de afán y llegando al barrio Covisan se acordaron de sus hijos. No
faltó quien subió la nevera, el televisor, la lavadora al segundo piso para
resguardarlos del agua y después si se dio a la fuga. Algunos ladrones andaban
asustados, mientras que otros aprovecharon las puertas abiertas de las casas
para hacer su agosto. Un ladrón que iba
con un televisor Sony de los antiguos,
lo tumbo al piso de la rabia al ver que otro parcero suyo iba con un plasma
mejor equipado.
Corra
usted y sálvese mija le dijo doña Ofelia a su hija en el barrio Nueva Colombia, yo ya estoy vieja y prefiero quedarme acá en la puerta de
la casa a que venga la avalancha y morir
dignamente. Una ya no está para esos trotes.
Hace 12 años cuando se creció el rio Guataquia y el agua llego a las
puertas de nuestras casas tenía aliento, energía y corrí despavorida con ustedes; …. Váyase,
yo me quedo en este rancho que
con tanto sufrimiento hemos construido.
Cuando
María escucho el rumor de la avalancha por boca de su mama se angustio por
el informe que tenía que entregar en su
oficina al día siguiente; lo primero que hizo fue subir al segundo piso y coger
el computador para echarse a correr y ponerse a salvo con computador en mano
Don
Avelino dejo botado el taco de billar en
el barrio San Benito y en su moto partió
de afán para el barrio Manantial; a la
altura de Cofren lo estrello una camioneta y al suelo fue a dar dando volteretas.
Se paró como si nada, cogió la moto y del
susto que tenía por el reventón de
Chingaza siguió su camino a salvar los
suyos.
Don
Mauricio un habitante del barrio Gaviotas al suroriente de la ciudad había vivió en carne propia el desbordamiento del
rio Ocoa donde fallecieron más de cinco personas tres días antes. Al escuchar
la noticia del reventón de Chingaza salió con su bosaron como alarma natural
despertando a todo el mundo en el barrio. No habían terminado de sacar el agua
de sus casas, dorear la ropa, asolear
los colchones cuando a la media noche volvió
la sirena de don Mauricio. La gente gritaba y lloraba presa de desesperación porque no había carretera hacia la vía puerto López
y la única forma de evacuar era por el camino ganadero (por donde vendría la
avalancha) subir por el Pinilla y volver a tomar la ruta hacia Puerto López y
eso era mucho tiempo. Muchos se resignaron a esperar que llegara el agua a su
casa mientras una anciana gritaba con resignación que no había nada que hacer, que este era un mensaje contundente de Dios anunciando el fin de los tiempos. Mientras esto ocurría en
la terraza del tercer piso en la casa de Leidy paredes se metió medio barrio a
resguardarse de la avalancha En el siete
de agosto en cuestión de segundos los bares quedaron desocupados con muchas cuentas sin saldar y botellas aun sin
consumir. La gente salió despavorida
corriendo para el Buque y en dirección a Porfía.
Ese
día todo tipo de vehículos sirvió para salir a la fuga: zorras, volquetas,
camiones buses, motos, bicicletas y el carro de Vicente que camina para dónde
va la gente. Accidentes se presentaron
por montón. Alguien me relataba la
historia de un pariente suyo que iba en una moto y al esquivar los carros de la
larga cola de la avenida del llano un señor de una camioneta Toyota Hilux atascado en el trancón se la ofreció a cambio
de la moto. No acepto la permuta porque necesitaba
llegar con urgencia a su casa a evacuar a su mujer e hijo.
La geografía del miedo.
Por
primera vez en mi vida conocí el rostro colectivo del miedo. Esa horrible
sensación desagradable que carcome los
sentimientos y perturba la mente ante algo que nos puede generar daño. Palabras
más palabras menos el temor a la avalancha fue el miedo a la muerte. Esa
noche me fui en mi motocicleta andar la ciudad y el rostro colectivo que se
veía en la gente era anormal. La gente afuera en las puertas de su casa, en los rostros de los niños, de los jóvenes,
de los adultos y de los viejos afloraba la zozobra y el miedo. En el brillo de
sus ojos se denotaba el temor por la
avalancha que se avecinaba y hasta en sus pensamientos al correr se dibujaba el agua que tocaba sus espaldas.
Sin
embargo me atrevo a decir que a pesar del pánico colectivo que se vivió esa
noche; la geografía del miedo en la ciudad
fue disímil. A lo largo de los cuatro puntos cardinales de Villavicencio
la gente corrió desesperada; pero el temor de los habitantes de la margen derecha
del rio Guataquia aguas abajo, fue mayúsculo. Los pobladores de los barrios
Brisas del Guataquia, Topacio, Nueva Colombia I-II, Portales del llano,
Uniportales y Jericó al igual que los habitantes de la Reliquia, trece de Mayo,
San Antonio, Covisan, San Marcos, Maracos, Pinilla, y el sector del camino
ganadero vivieron un poco más de
intensidad el suceso por el lugar que habitan en la ciudad, su cercanía con el rio y la distancia al punto más cercano para ponerse a salvo.
Hoy
en el ámbito de lo que se denomina la sociedad del riesgo; sociólogos como
Antonny Giddens, Sygmun Bauman entre
otros, reflexionan sobre los actos y hechos del hombre en el pasado y que
generan riesgos no previstos en el presente con consecuencias negativas. Muchos
habitantes de Villavicencio han construido sus moradas sobre las riveras
y playas de los caños y ríos que atraviesan la ciudad quedando expuestos a los
traumas que generan los desastres naturales como la inundación y el
deslizamiento por lo que se vuelve imperativo pensar en ellos, en dignificar
sus lugar de residencia, al fin y al cabo son humanos, son
villavicenses, pero sobre todo son colombianos.
.Las enseñanzas
Afortunadamente el 2 y 3 de diciembre el rumor de la
avalancha fue simplemente eso, un rumor
y no una tragedia. Pero de todo suceso queda una enseñanza que hay que
sistematizar, analizar y extraer las conclusiones que permitan tener la certeza
a la hora de tomar decisiones futuras. Esa noche por lo que pude vivir, y lo que
comenta la gente; la ciudad no estaba
preparada para un evento de gran magnitud.
Ese día
quedo entredicho la viabilidad del COPLA -comités locales para la prevención y
atención de desastres- y el plan local
de contingencias estipulado en el decreto 919 de 1989 y decreto 03 de 1998 que
enfatiza en la formulación del plan local de emergencias y contingencias
PLEC´s. Corrimos desesperados, lo que demostró que no se ha creado un proceso
educativo que oriente a la ciudadanía para enfrentar este tipo de adversidades.
Por lo que se vuelve imperativo preparar simulacros con un plan de contingencia
destinado a la ciudadanía en general para enfrentar el riesgo ante cualquier
eventualidad que se pueda presentar. Los colegios, las escuelas, las empresas y
en los barrios, se debe implementar su sistema de alerta temprana y de reacción,
al igual que la ciudad debe desarrollar simulacros para construir la cultura de
la renuencia ante este tipo de eventos. Si nos educamos y preparamos para
reaccionar menores serán los estragos del desastre natural.
Diego Andrés Díaz Jaramillo
Observatorio de la ciudad
Una mirada transdisciplinaria a Villavicencio
[i] Este es un trabajo que se materializa a partir de una serie de
entrevistas realizadas a pobladores de Villavicencio de diferentes de barrios
de la ciudad en el primer semestre del año 2012 como forma de guardar la memoria histórica de este
suceso.




